
México, al igual que muchos países de Centro y Sudamérica, enfrenta una grave crisis educativa, caracterizada por la alta deserción escolar en las primeras etapas del desarrollo infantil.
La falta de infraestructura en regiones empobrecidas, incluso en las áreas más marginadas de las grandes ciudades, se suma a la ausencia de escuelas dignas. A esto se añade el impacto de la violencia, la explotación infantil, la pobreza extrema, la desnutrición, la carencia de valores, la escasez de maestros y el reclutamiento de menores por pandillas y grupos del crimen organizado. Esta situación ha generado un futuro incierto para un sector clave de nuestra sociedad, que se presenta como el futuro de México, tal como afirman nuestros gobernantes.
A pesar de los esfuerzos realizados mediante reformas educativas en cada sexenio, la problemática parece estar en aumento. Por ello, es urgente iniciar una verdadera revolución educativa en nuestro país que no solo aborde estos problemas estructurales, sino que también promueva un entorno seguro y enriquecedor para nuestros niños y jóvenes.
La crisis educativa en México es un desafío que trasciende la mera falta de escuelas o recursos; implica abordar una serie de factores interrelacionados que afectan la vida de millones de niños y sus familias. La urgencia de implementar una revolución educativa no puede sub-estimar; se trata de reimaginar y transformar nuestro sistema educativo para que sea inclusivo, equitativo y capaz de brindar oportunidades reales a todos los niños, independientemente de su contexto socioeconómico. Esto implica un compromiso integral por parte del gobierno, la sociedad civil y la comunidad en general, así como la implementación de políticas que no solo se centren en el acceso, sino también en la calidad de la educación.